16 abr 2007

LA GENTILEZA DE LOS GENTILES, INVENTORES DEL MAÍZ

“Como una lanza terminada en fuego
apareció el maíz y su estatura
se desgranó y nació de nuevo,
diseminó su harina, tuvo
muertos bajo sus raíces,
y luego, en su cuna miró
crecer los dioses vegetales…”

Pablo Neruda
Canto General

La biodiversidad expone materias primas, las combinaciones de genes, que producen las variedades de plantas y razas de animales de las que depende la agri-cultura. Denominación, donde el término “cultura” se asocia a su etimología latina, al del “agro”, sinónimo de suelo. Miles de variedades diferentes y genéticamente singulares de cultivos y razas de animaes deben su existencia a 3.000 millones de años de evolución biológica natural y a la atenta selección y domesticación por agricultores, cazadores, recolectores, pastores ancestrales nuestros durante los 12.000 años, que se estima, tiene la agricultura. Todo depende de nuestra inteligente capacidad de defender la diversidad biológica y aprovecharla de modo sostenible. La diversidad genética vegetal que se emplea en la agricultura y sus parientes silvestres -los cultivos que nos ofrecen colores y sabores, que nos alimentan se están perdiendo a un ritmo alarmante. Sólo unos nueve cultivos suponen más del 75 por ciento de la contribución del reino vegetal a la energía dietética humana actual. La semillas nativas, consideradas como el “germoplasma nativo” son imprescindibles en la gestión racional de los recursos vegetales. Para desarrollar los cultivares de rendimiento en una agricultura “moderna”, es decir agro-ecológica; la investigación agraria se ve obligada a recurrir al plasma germinal. Si no se tiene acceso a esas razas milenarias tradicionales y a sus parientes silvestres, la agricultura del presente y futuro se vería grandemente amenazada.
El “hombre-maíz”
El maíz es un buen ejemplo para nosotros. El maíz es una planta gramínea originaria de América. Se estima que existieron entre 600 a 800 variedades de maíces! Las evidencias más antiguas del maíz datan de 5.000 años a.J:C: y algunas decenas de miles de muestras de 5.000 a 3.000 años a.J:C: han ayudado a los investigadores remontarse en la evolución de esta planta. Hace 7.000 años, el maíz tenía, probablemente 2,5cm. De longitud y 2.000 años más tarde, 7cm; es decir al comienzo de la era cristiana. En menos de 10.000 años los agricultores, los seleccionadores y los genetistas han transformado el maíz en el cultivo más productivo. Fueron los aborígenes quienes realizaron una selección masiva; es decir, una biotecnología artesanal. En más de un centenar de siglos de paciente labor, los nativos lograron aislar variedades de cultivares bien adaptados a condiciones ambientales particulares de cada lugar, obteniendo razas locales. Inteligentes, ¿no?. Sin embargo, el monocultivo y la pérdida de diversidad empuja a la desaparición de maíces nativos. El maíz es el sostén fundamental de la alimentación indígena latinoamericana. El mbyta, avati mbichy, avati ku’i, ka’i ku’a guaranítico, lleva otras denominaciones en la región: tamales, atoles, pinoles, esquítes, arepas, arepitas dulces, humitasy brebajes. El maíz fue introducido en Sevilla en 1535. De ahí su adopción originaria européa. El maíz tiene su historia, y algunos atentos cronistas escribieron lo que vieron en Paraquaria, entre los siglos XVII y XVIII.
La hospitalidad aborigen
El clérigo H. de la Cueva, cura de Yaguarón, refiere en una de las Cartas Anuas, (crónicas de los misioneros), sobre la hospitalidad de los indígenas de época, y cómo recibían con banquetes de maíces tiernos a sus extraños visitantes: “Llegamos la víspera de la Natividad de N.S. al pueblo del cacique Arapizandú bien cansados y soleados y sin poderse ya menear los caballos; saliéronnos a recibir los indios al camino y lleváronnos a su pueblo con mucho amor, dándonos (…) de comer de lo que ellos tenían, que fue unas habillas, que fue unas habillas cocidas sin sal y un poco de harina de mandioca y algunos choclos todo lo cual (…) supo lindamente (…). Celebramos ese otro día el nacimiento del Señor, a lo menos si no con tanta suntuosidad (…) con más propiedad, porque dijimos nuestra misa en una chozuela (…) donde se les explicó (…) este gran misterio (…). Estuvimos en Arapizandú tres o cuatro días; en éste tiempo nos informamos de los indios y los caciques comarcanos, que nos iban a visitar, que desde luego comenzó a visitarnos toda la tierra como gente que nos estaba esperando, a donde podíamos poblar que tuviese las calidades que son necesarias para una buena población; todos nos inclinaron a este puesto, venímosle a ver y nos ha parecido muy bien y lo que más nos inclinó fue ver en él ya un pueblecillo con tanto mantenimiento y con un cacique de tan buenas entrañas que a nosotros y a más de cuarenta indios que vinieron con nosotros y a todos los que nos vinieron a visitar que no son pocos, da comida con abundancia (…) hemos señalado un sitio muy llano y muy airoso, de linda vista a donde nos hemos de sitiar que estará poco más de un tiro de arcabuz de donde estamos”.Sánchez Labrador, jesuíta quien vivió mucho tiempo en Paraguay, y quien fuera un prolífico cronista; en su obra “Paraguay Natural”, el autor habla del maíz en estos términos: “Su substancia es bastante fácil de digerirse principalmente cuando están acostumbrados a comerle. (…) hacen tortas (…) y otros muchos guisados en la olla; ya con él solo, ya acompañado con carne, miel, etc. Yo juzgo que es más sabroso que en España, como crecido en tierra propia, pue se llama trigo de Indias. Y todo español rico lo come” Otro cronista misionero en su Carta y relación… de 1747, Cardiel escribe: “ Con el maíz, que es su encanto, pues lo estiman mucho más que trigo, y hacen de él sus tortas, y lo usan ya tierno, ya duro, o cocido, y entra en todos los guisados”. Esta selección de textos históricos pareciera invitarnos a un festín de sabores. Como entrada sugiere abrir el apetito al reconocimiento de nuestra variada soberanía alimentaria. Los jóvenes agrónomos deberían poner todo empeño en apurar a la administración pública paraguaya en defender el patrimonio local a través de una investigación rigurosa, sistemática y planificada sobre la valoración de sabidurías y técnicas ancestrales; de forzar a la creación de bancos genéticos de maíces nativos y sus diferentes razas locales. Deberíamos accionar en favor de una participación activa y amplia de las comunidades culturales y establecer con ellas, la selección, la siembra, la producción, y almacenamiento de semillas de maíces; antes que fuera demasiado tarde. En eso, la ingeniería genética asociada a los pequeños productores y preocupada por el equilibrio ecológico puede transformarse en la protectora principal de la biodiversidad. La biología molecular es el instrumento más poderoso de la biotecnología, pero su función debe apuntar a fortalecer la capacidad necesaria para seguir muy de cerca los altos riesgos y evaluar las amenazas que pesan con la introducción de maíces transgénicos. La sociedad debe estar informada. La sociedad debe realzar su conciencia y accionar por una bioseguridad; por una bioética en la agri-cultura paraguaya. La aproximación de las ciencias con las etnociencias nativas son una gran oportunidad para reforzar la producción alimentaria, y por consiguiente la generación de ingresos de los más pobres. Si así fuere, Paraguay puede convertirse, -a corto y mediano plazo-, en la vanguardia de la sostenibilidad de su patrimonio cultural. Ahí está el reto para cada uno de nosotros: solidaridad para con las futuras generaciones, y reciprocidad para con los inventores de la cultura del agro.

1 comentario:

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