17 jul 2007

NIÑO ÂRA JEGUEROHORY

(La adoración del Niño)

Guillermo Sequera

La celebración navideña es la fiesta que los cristianos celebran el 25 de diciembre para conmemorar el nacimiento de Cristo. Es una ceremonia importante en el calendario mítico y cultural de la religión judeo-cristiana. En Paraguay, la fiesta navideña ha calado muy hondo, quizá sus inicios se desprenden en 1580; en los albores de la conquista española, con el establecimiento de las primeras misiones en Paraguay, llevadas a cabo por misioneros franciscanos. Resta por descifrar los primeros pasos y esas huellas calientes de nuestra historia; la resultante de nuestras costumbres y la pertinencia afectiva que confiere el ritual navideño para los niños; donde el intercambio de regalos expresa simbólicamente el ejercicio de la dávida, del don: regalar sin calcular lo que se ofrenda es un acto de humanidad, un acto necesario para expresar emociones en la reproducción incesante de las relaciones sociales. El motor sensible del ritual reside en la reciprocidad: el don clama en retorno otro don. El intercambio es la combinación de la obligación de dar, la obligación de recibir, y la obligación de restituir. Sin embargo, debemos notar que hace medio siglo la industria cultural de masas y el consumo descontrolado erosiona, uniformiza, desvirtúa, destroza el sentido profundo de la navidad.

En las cercanías del río Jejuimi, en un asentamiento campesino llamado Yvyrarovana, un mita’i de unos 10 años, vigilaba la producción de sandías que el padre había sembrado meses atrás. Se acercó con un cuchillito y marcó decidido a una de las sandías con una frase: “Niño ara”. La marca hecha por el niño demostraba el destino de la fruta: ofrenda para el niño Jesús, y por lo cual nadie se atrevería a tocarla, convirtiéndose en un santiamén en una sandía sagrada. Estas tradiciones populares infantiles nos muestran el hecho de que la navidad es una práctica ritualizada, entroncada en el campesinado guarani. En 1637, una de las Cartas Anuas (informes anuales de los misioneros), rememora cómo los aborígenes celebraban las fiestas cristianas: “el sitio que debían adornar … los caciques y sus indios lo compusieron y adornaron a porfía y piadosa competencia…colgando cuantas menudencias tienen de sus cosechas y muchos animales, y caza de campo, papagayos y avestruces, carpinchos, trayendo hasta los peces de los ríos a que sirviesen en eso a su Creador” Texto gracioso, texto cargado de significación. ¿Nuestro primer pesebre? El pesebre, se convierte en el espacio de realización del rito, en la obligación de dar, obligación de recibir y obligación ritual de restituir. Durkheim, decía que la práctica religiosa tiene por cometido de elevar al hombre por encima de si mismo. Los ritos religiosos fundan la consagración de la condición humana en su conjunto, o en sus diversos elementos que la componen.

El bosque celestial

En definitiva la representación del pesebre es el “jardín espiritual, el “jardín de las virtudes”, el “jardín de las delicias”, donde el agricultor habría sido arrojado por misteriosa falta, la de Adán. La biblia por boca de Juan el Evangelista nos hace saber que Jesús frecuentaba un huerto-jardín acompañado de sus discípulos. El jardín guarani es una realidad histórica, el que se implanta con el injerto cultural y alije de la representación aborigen del “jardín celestial-amba”, donde Nguu Tenondé es el custodio de la foresta celestial; y cuya cosmología se sumerge en la representación cristiana del pesebre-jardín, que simboliza el Paraíso. La valoración del pesebre consiente develar algunos de sus significantes que disimulan su propio significado: el símbolo..

Niño renda

Anticipándose a las fiestas los niños campesinos colectan huevos de las aves para luego ofrecer a los vecinos, y que estos puedan adornar sus pesebres. “Kova niño mba’erâ” frase que uno escucha decir al labriego. El “niño renda” es el lugar en donde será expuesto al niño Dios, y que debe ser divisado por los pasantes. Todo es motivo para participar en el arreglo del pesebre. Religiosamente son colocadas las imágenes del “mitâ ra’y”, “Tupâ sy María, San José, los Reyes Magos, los adornos y juguetes infantiles. Otros juguetitos labrados en madera son expuestos y guardados celosamente hasta su ubicación en el pesebre. Las frutas son presentadas como signo de la abundancia. La sandía, el merô’i, la piña ava kachî, son frutos acuosos que recuerdan al líquido amiótico, génesis acuoso de lo humano en Ñande sy custodia del agua originaria. Estos frutos de forma abombada son la alegoría de la madre en gestación ihye guasu. La tradición reconoce en las flores su rol funcional, como el perfumado “mbokaja poty”, o el “Karaguata poty” que despliega su explosiva rojiza flor. Recordemos que en la literatura bíblica las plantas, las flores y los frutos adquieren una notable alegoría: el higo, la aceituna, la manzana, el limón. En la narrativa guarani, los frutos representados en el pesebre confieren un simbolismo relacionado a los deseos sensuales, al deseo de inmortalidad, al de la prosperidad. Muchos frutos están vinculados al ciclo agrario nativo, los que proclaman abundancia con la exhibición del vergel.

Karu guasu

Ya en víspera de navidad, los lugareños recorren grandes distancias para visitar y admirar el pesebre puesto por otras familias. Para la cena las fiestas son realizadas en el “Óga guasu” donde se reúnen todas las familias alrededor del pesebre mientras los niños juegan. Se prepara la tradicional “mesa puku”. Toda ceremonia es celebrada con un banquete, y éste precedido por el intercambio de ofrendas. El banquete karu guasu de la cena navideña expresa el rito de la comunión, y principalmente la eucaristía. Cuando el reloj marca las 00:00 la gente rompe en abrazos y felicitaciones, y prenden una vela. El simbolismo de la vela refiere al hecho de su combustión. La vela es el residuo de la combustión, aquello que resta con la extinción del fuego, cuyo significante clama por la muerte y la penitencia. Por ello lo del rezo que debe ser enunciado en el momento de la combustión y con la exhibición del “mitâ ra’y”, que es besado por los participantes, quienes en secreto deben suplicar un deseo, para que el mismo sea cumplido. Pero volvamos al sentido que confiere la vela en dicha ceremonia y recordemos la palabra de Abraham en el Génesis, 18,27 : “yo; quien no soy más que polvo y vela”. La vela, por su fragilidad, evoca al polvo de la tierra, rememorando el origen del hombre. Por ello la categorización de la vela en el acto de penitencia, en el dolor y en el arrepentimiento. De allí que en el ritual navideño con la vela encendida se ora el padre nuestro y el Ave María, y al término se entona un villancico. Cuando llegan las visitas son invitados con bebidas refrescantes y caramelos para los niños. Cuando estos se retiran la frase siempre dicha, aparte de los buenos deseos para la familia es “Iporâiteiko nde pesebre”, pero que lindo se ve tu pesebre.

Universo festivo

El ámbito del pesebre tradicional está hecho con “ka’avove’i” que es un arbusto con el cual se hace el cobertizo; y el piso lo preparan con gramillas. Las plantas simbolizan todo aquello que pueda ser curativo y puede revivificar, las hierbas brindan salud, virilidad y fecundidad. Los huevitos de avecillas, como los de palomitas pykasumi, que en la espiritualidad cristiana simboliza la fe, la paz y la armonía. El genio de Pablo Piccaso representó a la paloma con un ramo de olivo en su pico como el deseo de los ciudadanos por establecer la paz en el mundo. La paloma representa al alma de la justicia, lo justo. La “piririta” bullanguera, con su copete despeinado; el anó, confiado; el piojoso “pitogue”, -pájaro cuyo canto anuncia un nuevo nacimiento-; brindan sus huevitos, los que son suspendidos de las ramas de las plantas como globitos. También son seleccionados los amarronados huevitos del “ynambu”, ave de silbo melancólico. Nidos de avecillas, como el de los espinosos nidos del añumby son suspendidos en el pesebre. En competencia, se exhiben enormes huevos de “ñandú guasu”. El huevo simboliza el germen del mundo; renovación constante de la naturaleza, renacimiento y repetición. Las estrellitas son confeccionadas con “kuatia vera”, y son adheridas con engrudo de almidón a las hojitas del kavove’i.

Cielo y Tierra

No hay pesebre sin cielo. En el pesebre la estrella de Belén representa el origen cósmico, pues precede a la existencia del Hijo de Dios. La estrella evoca también el misterio del sueño y de la noche, la estrella indica el movimiento de formación del mundo o el origen de si mismo. Los ángeles pivotan como una armada feliz. Custodios, miembros de las legiones celestes. San Miguel arcángel evidencia ser magnífico vencedor de dragones, símbolo del orden espiritual. El ángel Gabriel se constituye en el mensajero, en propiciador iniciático. Los ángeles se muestran como portadores de buenas noticias para el alma. Los espejos son utilizados para imaginar charquitos de agua, serpenteados por patitos hechos en barro. La representación animal aparece con el jaguarete akângue, que infiere la clarividencia, es el cometa nocturno, el chavâ pê según los mbya. Héroe civilizatorio, custodio y depositario del fuego para los antiguos guarani. La cabecita del mono mirikina se bambolea y simboliza el origen homínide. Ka’i mirikina es el sabio misterioso que esconde bajo una burlesca apariencia, su verdadera naturaleza.

La sublimación socializada

La noche buena se celebra con una festiva cena familiar, los platos principales son el sabroso pato, el ryguasu ka’ê, el cordero o el pavo. Se sirve la sopa paraguaya, hecha con maíz. El maíz se aparenta a la prosperidad y a su origen: la semilla. El gasto o convite dependerá de lo que pueda ofrecer el dueño de casa. Los cántaros de clericó son hechos con frutas variadas, siendo siempre las anfitrionas: la banana y la piña, por su sabor y perfume. Al punto de llegada, los lugareños, -vestidos con sus mejores galas- son engalanados por el anfitrión con bandejas atiborradas de golosinas de colorida y brillante presentación. El rito, demuestra, que toda sociedad fundada por sus diversos elementos que la sostienen; deben ser escenificados por la vida social, y en la vida interior, como una búsqueda perpetua hacia la sublimación purificadora.

Villancico Guarani. Colecta León Cadogan.(1967)

Potrero Garcete (Guaira)

Oé, oé, oñembyrái ma Niño Jesú.

Espartillo ty sakâ jeko rakâ’é

Niño jesú oñominí hagué.

Oè, oè, oñomminí Niño Jesú

Ykua rovy mi jeko rakâ’ é

Niño Jesú oyepuhéi hagué

Oé, oé oyepyhéima niño Jesú

Pindó mata mbohapy mi jeko

Raka é niño Jesú opytu u mi hagué

Oé, oé, opytu uma Niño Jesú.

Silla de oro mi jeko rakâ’é

Niño Jesú oguapy mi hagué

Oé, oé, oguapyma Niño Jesú.


Oé, oé, ya juega el niño Jesús

Dicen que fue en un espartillar ralo

Que el niño Jesús jugaba al escondite.

Oé, oé, ya se esconde el Niño Jesús

Dicen que fue en una pequeña fuente

Azul que el Niño Jesús donde se lava los pies.

Oé, oé el Niño Jesús ya se lava los pies.

Dicen que había tres pequeñas palmeras

En donde el Niño Jesús solía descanzar.

Oé. Óe ya descansa el Niño Jesús

Dicen que fue en una pequeña silla de oro

Que el Niño Jesús solía sentarse

Oé, oé ya se sienta el Niño Jesús.

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