22 oct 2007

DIVERSIDAD CULTURAL

Guillermo Sequera



En cien años más, en el planeta tierra, se extinguirán por lo menos unas tres mil lenguas, tres mil culturas. Mensaje lapidario hecho confesión no hace mucho, por expertos en lenguas y culturas. Podríamos hacer notar que estudiosos en el tema han alertado sobre la velocidad vertiginosa de la extinción, yendo a prever que cada año en el mundo desaparecen inexorablemente veinticinco lenguas, veinticinco culturas. Sobre la humanidad se cierne la espada de Damocles como un riesgo severo, real, dramático, de pronta extinción. Nunca antes, el grave peligro de desaparición de lo humano se presenta en el dintel entre, su salvación posible o desaparición total. Del hommo sapiens hemos arribado a la emergencia de un hommo diabolicus.

Es importante recordar que en el mundo existen aún unas cinco mil culturas y lenguas. Cada cultura, está conformada por seres humanos, que constituyen la síntesis histórica de su manera de pensar y actuar en el mundo. La cultura es aquello que define a una persona, a su propio ser. Cultura, es todo aquello que tiene que ver con la vida. Los guarani han sabido definirla en un mismo vocablo: Teko, que quiere decir: vida, ser, modo de ser, herencia, patrimonio. Nuestro recordado escritor Augusto Roa Bastos lo habría definido a esa palabra ancestral guarani Teko, como la explicación más acertada: “Teko es la definición ontológica de la cultura”. Recordemos que la palabra ontología adviene a la explicación del “ser como ser” al decir de Aristóteles; es por ello, quizá, entenderíamos mejor el alcance de la gran sabiduría de nuestro escritor paraguayo, lo que él haya querido dignificar es, ese alto contenido filosófico que han dado los indiecitos guarani: el de haber inventado una palabra que resuma y vindique a la explicación de la cultura impregnada de ser humano. Dicho de otra manera, esto significa que sin el ser humano, no existe cultura. Y al echar vista a algunas definiciones en que la lengua guarani aprecia el sufijo teko asociado a otras palabras que le confieren un significado particular, vemos, -a modo de ejemplo-: tekotevê es necesidad, menester; tekojoja refiere a la igualdad; tekoha, por el otro; define al entorno, a la naturaleza, a lo que rodea al ser. Tekora’ÿ, es referente al ocio. Y tekoverâ, ser para la vida. Claro está, muchas culturas milenarias, y no sólo la guarani, han puesto todo el empeño en nominar, a través de sus propias lenguas bajo un solo o dos vocablos a los significantes de: patrimonio, herencia, costumbres, formas de ser o de hacer. Todas las culturas desde su existencia cultural y lingüística han vivido atormentados por el apasionado deseo de escrutar su mundo y de nominar las cosas y los seres. La necesidad de salvaguardar lo más precioso que ha realizado toda civilización, lograr que cada cultura tenga el derecho de expresar lo más singular que lo representa, permitir que cada uno y todos puedan tener acceso a la cultura de todos los demás, y al derecho humano del propio desarrollo de su cultura, a fin de que “la civilización de lo universal” sea algo muy distinto a la de una subcultura hegemónica. Para que esta civilización sea accesible al mayor número de personas; para que en suma, el respeto al prójimo venga a sustituir al miedo al más fuerte. Y si ello fuera poco, escuchemos la opinión de un gran lingüista, Claude Hagège, quien refiriéndose a la situación cultural europea denota: “La Europa de lenguas tiene un futuro que le es propio y que no debería inspirarse en modelos extranjeros. Si la adopción de una lengua única aparece como una etiqueta de identidad para todo nuevo inmigrante en los Estados Unidos; por el contrario, lo que hace la originalidad de Europa es la inmensa diversidad de lenguas y culturas que ella refleja. La dominación de un idioma único, como el inglés, no responde a ese futuro. Responde sólo a la apertura permanente, a la multiplicidad. El europeo debería educar a sus hijos y a sus hijas en la variedad de lenguas y no en la unidad. Eso es, a la vez, el llamado al pasado y al porvenir”. ¿Qué deducción podría entonces sacar Latinoamérica y el Caribe; donde en gran medida, el español, el portugués, el inglés, el francés haitiano y el guarani se posicionan como lingua franca, como lenguas de comunicación, las que también conviven con otras casi 800 más! La toma de conciencia acerca de esos desafíos es el resultado de las rápidas y profundas mutaciones que el progreso de la ciencia y la técnica, en particular en las esferas de la comunicación, la información y la biotecnología concentrada en sólo un puñado de corporaciones, imponen tanto a las sociedades industriales como a los países en desarrollo. Al mismo tiempo que los hombres se sienten más próximos y más interdependientes, la estandardización que somete la sociedad de consumo y del pensamiento único, constituye una fuente de nivelación que perjudica el desarrollo de la sensibilidad y de la creación humanas. La amplitud y el ritmo de esa evolución modifican notablemente las relaciones entre individuos y grupos y pueblos. En esa situación, la educación, la comunicación y más aún la cultura adquieren un significado y un alcance inéditos en la búsqueda de un futuro en que cultura, ciencia, tecnología y desarrollo democrático restablezcan su profunda unidad, ofreciendo al ser humano todas las posibilidades de expansión y a las sociedades, por más pequeña que fuera, la capacidad de progresar en armonía. La diversidad cultural es una oportunidad para el bienestar de la comunidad, para el bienestar de la sociedad a través de la práctica socializada y el acceso justo en favor del reconocimiento de la creación y de las artes de todos. La aceptación de la diversidad cultural como reconocimiento de igual dignidad de todas las culturas, es un factor de suma importancia para combatir la ignorancia, la intolerancia y los prejuicios, y por sobre todo porque ella vivifica la toma de conciencia en favor del desarme y por la instauración definitiva de la paz, y de las relaciones pacíficas entre los pueblos del planeta tierra.

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