¡CARNE VALE ! ¡CARNAVAL!
¡ADIÓS LA CARNE!
Se lo conoce al Carnaval como el periódo reservado a celebraciones que va desde el día de los Reyes de la Epifanía, hasta el Cuaresma (miércoles de ceniza). Las celebraciones, los ritos, las ceremonias son manifestaciones de gran complejidad, por sus significados y simbolismos que se exhiben en toda cultura, para constituirse en prácticas sociales que son reproducidas en el tiempo y en el espacio. El Carnaval, es uno de esos fenómenos sociales que armonizan a las culturas en cualquier parte del orbe. La definición de Carnaval, -aunque la formación semántica es clara, el origen de la palabra se remonta en la noche de los tiempos. Es indiscutible que, “carnaval” corresponde a términos eclesiásticos de carne levaris, carne levarium, y que en Cataluña lo denominan: carnes toltas (carnes, a un lado), deformada en carnestolendas; y que resulta: carne vale (¡adiós la carne!). En todas las lenguas romanicas, la idea del vocablo es siempre el mismo, y por ello, quizá, el carnaval no representa el gozo, no expone al loco de alegría, sino, por el contrario, y en profundidad, denota la mortificación, la privación del mañana. Recordemos nada más que la carne es representada bajo la figura de San Jerónimo, quien se muestra destrozando su piel con una piedra, o en el caso de San Antonio, donde la carne aparece como una fuerza diabólica que habita el cuerpo humano: el cuerpo endiablado. Lo humano se presenta en la ambivalencia entre la carne y el espíritu, descuartizado por la doble tendencia que lo anima, y aunque desee el bien su voluntad sea nula. El Carnaval-Cuaresma de la antigüedad clásica, es casi parecida al período de celebraciones en Africa del Norte, como la de los musulmanes con la celebración del Ramadám; o en Irán con la fiesta de Norúz. En Bélgica, en Niza, Florencia o Venecia, pero también por todos conocidos, el de Brasil con su “global player” carnavalezco de Río a Salvador de Bahía; o el no menos famoso Carnaval afro-cubano de Santiago de Cuba, todos, se presentan con toda pompa, y a la usanza para cada caso, en una gran diversidad de mascaradas, cortejos, colores, música y prácticas mágicas. También en la gran literatura, un sabio ruso: Mikail Bakhtine, en su luminoso estudio: “La obra de François Rabelais y la Cultura Popular del Medioevo y el Renacimiento”, considera a Rabelais como al “más democrático” de los representantes de la literatura europea medieval y renacentista (Cervantes, Dante, Boccacio, Shakespeare), por su carácter de exhibición festiva, popular, y en definitiva por sus imágenes de representación del cuerpo grotezco, las artes del pueblo en la plaza pública enraizado en la imaginería y la realidad de su tiempo. Bakhtine, sugiere, que: “el sistema de imagen de la fiesta popular se ve representado de la manera más perfecta por el carnaval”, como “diferentes formas del placer público”. De esa manera, expresa el investigador; “la obra de Rabelais debe ser la clave de espléndidos santuarios de la obra cómica popular, la que fuera tan poco y hasta superficialmente explorada”. Pero, cuanto podríamos hablar todavía sobre ello, y aprender todos los días en saber diferenciar lo importante de lo urgente, en ésta sociedad del cretinismo consumista y de la cultura de masas domesticadas. Y al caer de la pluma, me he animado a mostrar éstas imágenes, fruto de un reportaje fotográfico e investigación realizada en febrero de1986-89, sobre la exuberancia imaginaria del ritual “Arete Guasu” de los chiriguanos, ritual que arranca su celebración festiva en el justo momento en que las siete cabrillas eichu, se posicionan en el cenit de la bóveda celeste chaqueña.
1 comentario:
Aprendi mucho
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