LOS DEDOS QUE VEN EL MUNDO
POR GUILLERMO SEQUERA
“Aún dueño de su visión, el pintor tiene en los dedos la conciencia palpatoria. Tiene los ojos para la luz y los ojos del ciego que reconocen en la súmula de los instantes, entregados por los dedos. Visión y visión en lo oscuro y las matizaciones de los dedos”
José Lezama Lima
Mira tu cuerpo. Siente. Las sensaciones humanas han llegado al climax de la resultante biológica. Dicen que ya no habrá motivos para una mayor transformación mágica de lo que representa el ser humano en su constitución corporal. Los cambios ya no serán en el orden de su conformación corpórea sino en el desarrollo de las facultades colectivas, su capacidad de inventiva como grupo social a resolver en solidaridad sus profundas angustias, escollos, y hasta alcanzar el disfrute de deseos de felicidad compartida.
Todos venimos de un mismo origen. Muy a pesar del estupor generado, cuando Leackey, arqueólogo inglés, descubre en los años setenta, restos óseos que certifican que el ser humano se origina en el Lago Turkana en África. Sin discusión alguna, El origen del ser humano se funda en África, con la irrupción de la piel oscura. El cambio de pigmentación de la piel “oscura” a la “blanca” sucedió gracias a Dios a la migración de grupos humanoïdes hacia condiciones climáticas menos cálidas, donde el sol pega menos fuerte sobre la “gens”. ¡Qué horror!, gritaron los racistas que piensan todavía en una “raza superior blanca”. No hay ni blancos, ni amarillos, ni rojos; -existe, si fuere así; una “raza” sola: la humana-. Y no todos los seres son perfectos. Hoy sabemos mejor que cada ser está sellado por su patrimonio genético común (el genoma humano); y por sus condiciones y variables que constituyen su condición biológica, cultural, natural y económica. (Yo soy el otro, aunque al mismo tiempo, el otro no sea yo). Las diferencias se expresan en la dimensión cultural, las que ejercen definición en las particularidades. Cada ser, en definitiva, será irrepetible; a pesar de las limitaciones, y muy a pesar de las ideas erróneas, o equívocos que nos hagamos sobre los otros. Hay que ver también que los prejuicios, los simplismos y conclusiones apresuradas expresadas, derivan de nuestra ignorancia o de actitudes fundadas en intereses egoístas, o generadas por ideas que nos son impuestas a través del bombardeo sistemático que soportamos con los medios de comunicación: la televisión, la radio, la prensa que tergiversa, que afirma aberraciones y emite absurdos. Muchos prejuicios derivan de la ausencia de información, de conocimiento, de cultura. Entonces, ¡guarda!, pone atención a no ser manipulado. Observa, piensa, lee, acude a información fiable, intercambia tu opinión con aquellas personas que conocen. Y por eso mismo, fíjate; en ese día a día; podemos cruzarnos con personas que soportan limitantes: los invidentes, las personas llamadas, no hace mucho minusválidas. Imagina, por ejemplo, el hecho de que abruptamente, por accidente, dejas de ver el mundo como lo veías. ¿Qué hacer? ¡Pobre de nosotros que eso nos ocurra! ¿Quién llegaría a nuestro socorro para no hundirnos en la fatalidad y la tristeza? ¿Y que hicimos en el Paraguay para acudir en ayuda y apoyo para con aquellos que necesitan de protección? Debemos pensar en eso; ser más críticos y ser más sensibles. La solidaridad es la referencia primera; necesaria, de forma a compartir el esfuerzo en la invención de una sociedad más justa para todos. Todos cabemos aquí. Todos deberíamos emprender al arrojo por la protección de todos para todos, y para con los que consagran su preocupación e imaginación donde lo imposible se revierta en lo realmente posible. El milagro de ver el mundo de otra manera, el milagro de actuar juntos. El talento humano es un misterio, pero, ¡vale la pena!
En el reconocimiento necesario que todos debemos a las personas que ocuparon su tiempo y sus vidas a la búsqueda de soluciones para vivir mejor, y sufrir menos, está Louis Braille (1809-1852), profesor y organista francés, a quien, a los tres años; muy pequeñito, se le vela la mirada y se convierte en un cieguito. De ahí, Louis Braille, orientó su talento a resolver su limitante personal, compartida, en esos tiempos, con otros chicos invidentes. Así fue, y lo que siempre ocurrió y se plantearon los cieguitos y cieguitas del mundo entero: como llegar a un protagonismo y desarrollar mis cualidades y luchar contra mi limitante. La mayoría se convirtieron en estupendos músicos: pianistas, cantantes líricos, cantantes populares, guitarristas, organilleros o sopladores de ocarinas. Louis Braille, el no-vidente, es recordado como un gran organista. La música, es esa musa maravillosa, esa clarividencia humana de musicar la vida para ahogar nuestras penitas, o alabar a “ese fantasmita del alma”: al amor. Cuentan entonces que, L. Braille, fue un destacado músico e interprete notable de la música para órgano. En la iglesia de La Madélaine, o en Nôtre Dame de Paris del parisino barrio Latino, Braille acudía todas las tardecitas a echar sus manos en reboso como palomitas sobre el teclado. Sus manos que bien sabían de melodías, de cantatas, de preludios, corales, fantasías, fugas, reconocían de qué manera coronar el repertorio de un Scarlatti, de un Bach, de un Buxtehude, o de Mozart, en su retorno musical y tributo a los maestros del órgano. Quizá, el hecho de perder la vista ayudó a Louis Braille desarrollar otros talentos sensibles: el tacto y el oído. Su genialidad favoreció en él cómo investigar la escritura en relieve. Cómo leer al tocar, inventando ese recurso para invidentes como él, quien fuera, primero alumno, y luego profesor del Institut des Jeunes Aveugles de Paris y luego ‘organista ciego’. El sistema de escritura tactil se aplica tanto a las letras, a las cifras o a la notación musical. La escritura musical fue perfeccionada en 1929, y basada en los seis puntos del alfabeto de los no-videntes, cascados a golpes de punzón sobre un cartón especial, lo cual permite la transcripción de todos los signos. Rápidamente la invención de Braille se constituye en éxito inmediato. Braille pasa a la historia. Su sistema se lo denomina el “método Braille”, o muchas veces es restituida su primera nominación con el dignísimo designio de: “escritura Braille”. Siempre hay maneras de resolver problemas e inventar maneras o procedimientos para disminuir los dolores o las limitaciones humanas. Cosa notable, en los años 1977 me toco la experiencia de trabajar como responsable de la documentación musicológica en el Conservatoire de Pantin en la región parisina. Un Conservatorio que adquirió cierto renombre por desarrollar programas de cierta audacia en su pedagogía y de afirmado corte vanguardista. En dicha institución y con la ayuda de jóvenes invidentes del Institut de Jeunes Aveugles pude emprender imaginar “partituras táctiles”, utilizando como soporte una superficie de cartón sobre el cual adheríamos todo tipo de superficies y materiales que nos permita diseñar otro tipo de codificación musical más libre y más expresiva. Experiencia inolvidable desde el punto de vista humano y artístico. Esa experiencia me llevó a comprender que, aquellos nos consideramos ‘normales’, muchas veces tomamos actitudes de cierta ‘soberbia’ para con los otros. ¿Recuerdan a Ray Charles. Llamado Raymond Robinson (Albano, Georgia, 1932) interprete de órgano, piano y saxo alto. Ray, fue Intérprete de blues, soul music, y muchas veces realizando mixturas entre el blues y el gospel, logró para deleite nuestro aquella hermosa canción que la llamó, “Georgia in my mind”. Ray, era de origen muy humilde, -y para los que no tuvieron la oportunidad de ver la bella película sobre su vida- Ray, pierde la vista a los 6 años. Estudia la música en un instituto para ciegos. Después de Louis Armstrong, Ray Charles es el cantor más original y el más completo que el jazz vio nacer. ( la perennidad de la tradición de la música afro-americana lo relevó al sitial del músico ‘progresista’). Muchos invidentes en el planeta tierra demostraron su talento humano. Con ahínco, con voluntad lograron vencer las limitaciones. En Yaguarón, realizando mis colectas y registros de tradición oral, he conocido a otro gran cantor invidente: Leoncio Cornet. El jilguero de Don Leoncio, me cantó una de las canciones más hermosas del romancerío paraguayo: ‘Angelito purahei’; canto interpretado en los rituales de angelitos muertos, angelitos que vuelan como inocentes pajaritos para el otro lado de la vida. El canto fue siempre un delicado recurso a deshacer congojas. Tanta gente simple me ha enseñado a tratar de entender algunas cositas de la vida. En ese rodar en el campo paraguayo, un buen día, unas familias, me invitan a ir hasta Capi’ivary para analizar sobre soluciones a imaginar sobre los acuciantes problemas que genera la pobreza. Muy pronto decidimos arrancar con acciones que permitan amortizar las dificultades. Iniciativas nada difícil de emprende. Se planteó imaginar actividades que ganen terreno a mejorar condiciones de vida. Entre tantas cosas que logramos se nos ocurrió recuperar el ‘Jardín Guarani’, y trabajar la reciprocidad en: atención oftalmológica y operación de cataratas a cambio de ranchitos floridos. Don González, fue uno de los primeros candidatos. Hacía once años que el viejito se pasaba sentado en una silla sin poder ver a su alrededor. La familia desperezó un alambre que le ayudaba a dirigirse a tientas y por momentos a ciertos lugares del ranchito. Sus hijos y nietos al conocer la iniciativa propuesta, fueron a la búsqueda de flores nativas para ornar alrededor de la casita un bello jardín como reposición de la dávida. Lo mísmo ocurrió con la familia de Don Sosa, quien llevaba ocho años sin ver a sus seres queridos. Pero, el milagro llegó, y gracias a lo ‘real maravilloso’, estos viejecitos, como muchos otros, recibieron el soplo mágico y así le fue devuelta la mirada humana, sólo a cambio de jardines floridos. Ese hecho transcurrió ya hace una decena de años en Capi’ivary. Hasta hoy, los vecinos ven a Don Sosa, pegar un brinco con los primeros destellos de la luz del día, rondando por los caminos de tierra y explorando en sus senderos papelitos impresos; que a manera de ofrenda a la vida Don Sosa los lee con altiva voz; una forma advertir a todos su inmensa alegría de poder ver a sus seres queridos y a la comunidad adornada por flores silvestres las que simplemente brotar para engalanar al mundo.
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