LA PASIÓN. UNA REDENCIÓN HUMANA
Guillermo Sequera
Muchas veces, los viajes, constituyen una aventura a la búsqueda de sí mismo. El viaje ayuda a afinar la observación, y quizá, a entender el mundo. En los años 1970, mi peregrinación obligada era ir al encuentro de ancianitos de Itá, o, en otras ocasiones, iba, más allá; a visitar a unas ancianitas de las compañía Tape po’i de Yaguarón, para escuchar, y registrar sus maravillosos relatos, sus lamentos, sus pasiones y sus dulces villancicos de antaño. Era una manera de bucear los confines de la memoria etnográfica paraguaya. Itinerario bajo el amparo de sabidurías orales y orientado por el entusiasmo de ahondar una mejor comprensión de las mentalidades religiosas. Un buen día, en uno de esos viajes, me entero en el pueblo, la existencia de una revista cultural. Voy directo hasta la casa de la familia Bogarín, y esperando encontrar a su editor, la viuda me cuenta apenada de la desaparición, un año atrás, de su marido, Don Ramón.
Un olvidado promotor de culturas, Ramón Bogarín, fundador y director de una revista mensual llamada Ihsoindih, del pueblo de Yaguarón. En su número 34 del año 1924!, decía lo siguiente: “Procuremos dar a la enseñanza popular una orientación bien definida –un rumbo fijo- cuya persecución vaya disponiendo los espíritus para un porvenir mejor que este presente”. Verdadero pronunciamiento valorativo del saber y del aprendizaje. Pero, vaya, en su propuesta de actividades del mes, y a propósito de la Semana Santa, sentenciaba lo siguiente: “Dénse clases sobre el significado histórico de la Semana Santa, presentando la personalidad de Jesús como la de un hombre apóstol de una idea –el Cristianismo- enseñando a la vez la multiplicidad de las religiones sobre el globo y la antigüedad de algunas. Procúrese que los alumnos reflexionen y se desperjuicien amenguando sus fanatismos”. Qué sabias sugerencias. En estos tiempos de pérdida de valores y principios, cuanta falta hace que la educación se forje la gran ambición cultural del acceso libre del conocimiento para impulsar una gran cultura para todos sin exclusión. La revista yaguaronina, llegó a editarse con sus propios recursos, hasta 1968, pero con la acometida de prestigiosos colaboradores. Ihsoindhi, que en guarani signifíca luciérnaga, se apagó como una velita, pero cuyos destellos nos llega para iluminar nuestro camino.
En 1973, en un verano florentino, en recorrido por Italia, me dirijo hasta el templo de Padova, a unos kilómetros de Florencia, a deleitarme con la pintura del Cimbaue del Cristo Crucificado. El viaje al encuentro del toscano Cimabue (1240-1302); me permitió conocer al fundador de la pintura italiana, reconocido pintor y mosaísta, maestro del Giotto. La oportunidad de ver la obra del Cimbaue, ese Cristo Crucificado; grave, imponente y de un dramatismo religioso inusual, fustigaba en mi, y en un instante, otro viaje nostálgico al entendimiento de aquellas vocecitas antiguas del campo paraguayo, que expresaban el dolor humanizado, desplegado en la ceremonia sufriente de las catorce estaciones del “Ñandejara Pasión”, y donde la misma se iniciaba con un grito sufriente y melodioso del “koina ko nde kurusu…”. La difusión viajera de éstos géneros literarios y religiosos de la pasión, se sitúan en un contexto de fundición en las fraguas culturales y religiosas del Paraguay. Los textos bíblicos, el “cantus firmus” de la polifonía medieval, los melismas arabo-español, y la espiritualidad de los indiecitos guarani son sus fuentes de inspiración. Son raros los textos que expongan una explicación sobre las prácticas sociales de la religiosidad popular y su representación mítica ritualizada de la Semana Santa. En su Carta-Relación (1747), el padre José Cardiel, gran viajero de las misiones campestres, relator de la labor misionera, cura de Itapúa, y gran conocedor de la lengua guarani, -de la cual expresaba-: “Me admiré de hallar en ésta lengua majestad y energía…No cede en nobleza y armonía a ninguna de las lenguas que sé”. Cardiel, en sus escritos relata cómo se celebraba la Semana Santa en las Misiones, “con contínua asistencia de toda la música de los Maitines, Misas y procesiones”: “Predícase la Pasión, y después de ella van saliendo varios pasos, de la Columna, de la Corona de espinas, etc., con muchos sollozos y llantos de las mujeres. Esto no más que les entra por los ojos les mueve a llanto, no los demás sermones. Mas antes de los Pasos, hay otra función de mucha ternura y compasión: y es que van saliendo hasta 10 ó 12 niños uno tras otro, vestidos con sotana, cada uno con una insignia de la Pasión puesta en alto y cantando con voz muy lastimera en un tono que moverá de compasión a la mayor dureza”.
Las principales formas literarias, musicales y rituales de la guaraniticae passionis, engloban las diferentes representaciones culturales de la espiritualidad guarani y de las obras litúrgicas y paraliturgicas. Su forma Pasión constituye un equivalente poético a célebres tratados en prosa, relatando minuciosamente los episodios sucesivos de la Pasión, donde los elementos de la exégesis alegórica y mística se conjuga con el relato evangélico y puesta en escena del calvario paraguayo. El oficio de la tradición de “pasioneros”, comprenden lamentaciones y dolores, expresadas por el canto y por la embriagada tristeza de la Santa Virgen; secuencia ritual que se conecta con el origen de los dramas litúrgicos medievales y que se transforma en un equivalente de expresión poética de pietás, es decir de representaciones plásticas, picturales o corales de la Madona, portando en sus brazos al cuerpo inerte de su hijo, el Cristo martirizado.
Uno de los escritores de espiritualidad más leído, Anselm Grün, teólogo benedictino, y mentor de Frei Betto o, de un Leonardo Boff; descodificando alegorías bíblicas y poniendo a luz los símbolos míticos en la historia de la pasión, pero congratulado por la experiencia espiritual y mística del apostol Mateo, Grün escribe: “Con este texto apocalíptico, Mateo retoma el motivo muy extendido en la antigüedad de que tras la muerte de personas famosas se producían fenómenos extraordinarios que ponían de relieve la importancia de esas personas. También Mateo describe la importancia de la muerte de Jesús con estos acontecimientos. Por Ël se ha roto el poder de la muerte. La muerte de Jesús tiene también repercusiones cósmicas. Se produce un terremoto y las rocas se parten. En la muerte de Jesús se derrama su amor hasta lo más profundo del cosmos. No existe nada que no haya sido tocado por el amor de Cristo. La muerte de Jesús conmociona al mundo. Es el “acontecimiento que cambia los mundos, que da otro rumbo”. Todos los que contemplan este acontecimiento son envueltos en el poder de la vida y arrancados del dominio de la muerte”.
Pareciera que finalmente son los pobleros guarani, quienes con la práctica socializada de la imaginería religiosa han sabido sacudirse más de la nostalgia que los otros cristianos. El reconocimiento de la vida se gesta con la expansión de la creación colectiva. Cultura es vida, y en su consagración vivenciada, inquebrantable y apasionada; obligatoriamente, la muerte se aleja. ¿Acaso no es verdad, entonces, que el culto cristiano popular, ayudó a poblar al Paraguay de alegrías piadosas?
Guillermo Sequera
Muchas veces, los viajes, constituyen una aventura a la búsqueda de sí mismo. El viaje ayuda a afinar la observación, y quizá, a entender el mundo. En los años 1970, mi peregrinación obligada era ir al encuentro de ancianitos de Itá, o, en otras ocasiones, iba, más allá; a visitar a unas ancianitas de las compañía Tape po’i de Yaguarón, para escuchar, y registrar sus maravillosos relatos, sus lamentos, sus pasiones y sus dulces villancicos de antaño. Era una manera de bucear los confines de la memoria etnográfica paraguaya. Itinerario bajo el amparo de sabidurías orales y orientado por el entusiasmo de ahondar una mejor comprensión de las mentalidades religiosas. Un buen día, en uno de esos viajes, me entero en el pueblo, la existencia de una revista cultural. Voy directo hasta la casa de la familia Bogarín, y esperando encontrar a su editor, la viuda me cuenta apenada de la desaparición, un año atrás, de su marido, Don Ramón.
Un olvidado promotor de culturas, Ramón Bogarín, fundador y director de una revista mensual llamada Ihsoindih, del pueblo de Yaguarón. En su número 34 del año 1924!, decía lo siguiente: “Procuremos dar a la enseñanza popular una orientación bien definida –un rumbo fijo- cuya persecución vaya disponiendo los espíritus para un porvenir mejor que este presente”. Verdadero pronunciamiento valorativo del saber y del aprendizaje. Pero, vaya, en su propuesta de actividades del mes, y a propósito de la Semana Santa, sentenciaba lo siguiente: “Dénse clases sobre el significado histórico de la Semana Santa, presentando la personalidad de Jesús como la de un hombre apóstol de una idea –el Cristianismo- enseñando a la vez la multiplicidad de las religiones sobre el globo y la antigüedad de algunas. Procúrese que los alumnos reflexionen y se desperjuicien amenguando sus fanatismos”. Qué sabias sugerencias. En estos tiempos de pérdida de valores y principios, cuanta falta hace que la educación se forje la gran ambición cultural del acceso libre del conocimiento para impulsar una gran cultura para todos sin exclusión. La revista yaguaronina, llegó a editarse con sus propios recursos, hasta 1968, pero con la acometida de prestigiosos colaboradores. Ihsoindhi, que en guarani signifíca luciérnaga, se apagó como una velita, pero cuyos destellos nos llega para iluminar nuestro camino.
En 1973, en un verano florentino, en recorrido por Italia, me dirijo hasta el templo de Padova, a unos kilómetros de Florencia, a deleitarme con la pintura del Cimbaue del Cristo Crucificado. El viaje al encuentro del toscano Cimabue (1240-1302); me permitió conocer al fundador de la pintura italiana, reconocido pintor y mosaísta, maestro del Giotto. La oportunidad de ver la obra del Cimbaue, ese Cristo Crucificado; grave, imponente y de un dramatismo religioso inusual, fustigaba en mi, y en un instante, otro viaje nostálgico al entendimiento de aquellas vocecitas antiguas del campo paraguayo, que expresaban el dolor humanizado, desplegado en la ceremonia sufriente de las catorce estaciones del “Ñandejara Pasión”, y donde la misma se iniciaba con un grito sufriente y melodioso del “koina ko nde kurusu…”. La difusión viajera de éstos géneros literarios y religiosos de la pasión, se sitúan en un contexto de fundición en las fraguas culturales y religiosas del Paraguay. Los textos bíblicos, el “cantus firmus” de la polifonía medieval, los melismas arabo-español, y la espiritualidad de los indiecitos guarani son sus fuentes de inspiración. Son raros los textos que expongan una explicación sobre las prácticas sociales de la religiosidad popular y su representación mítica ritualizada de la Semana Santa. En su Carta-Relación (1747), el padre José Cardiel, gran viajero de las misiones campestres, relator de la labor misionera, cura de Itapúa, y gran conocedor de la lengua guarani, -de la cual expresaba-: “Me admiré de hallar en ésta lengua majestad y energía…No cede en nobleza y armonía a ninguna de las lenguas que sé”. Cardiel, en sus escritos relata cómo se celebraba la Semana Santa en las Misiones, “con contínua asistencia de toda la música de los Maitines, Misas y procesiones”: “Predícase la Pasión, y después de ella van saliendo varios pasos, de la Columna, de la Corona de espinas, etc., con muchos sollozos y llantos de las mujeres. Esto no más que les entra por los ojos les mueve a llanto, no los demás sermones. Mas antes de los Pasos, hay otra función de mucha ternura y compasión: y es que van saliendo hasta 10 ó 12 niños uno tras otro, vestidos con sotana, cada uno con una insignia de la Pasión puesta en alto y cantando con voz muy lastimera en un tono que moverá de compasión a la mayor dureza”.
Las principales formas literarias, musicales y rituales de la guaraniticae passionis, engloban las diferentes representaciones culturales de la espiritualidad guarani y de las obras litúrgicas y paraliturgicas. Su forma Pasión constituye un equivalente poético a célebres tratados en prosa, relatando minuciosamente los episodios sucesivos de la Pasión, donde los elementos de la exégesis alegórica y mística se conjuga con el relato evangélico y puesta en escena del calvario paraguayo. El oficio de la tradición de “pasioneros”, comprenden lamentaciones y dolores, expresadas por el canto y por la embriagada tristeza de la Santa Virgen; secuencia ritual que se conecta con el origen de los dramas litúrgicos medievales y que se transforma en un equivalente de expresión poética de pietás, es decir de representaciones plásticas, picturales o corales de la Madona, portando en sus brazos al cuerpo inerte de su hijo, el Cristo martirizado.
Uno de los escritores de espiritualidad más leído, Anselm Grün, teólogo benedictino, y mentor de Frei Betto o, de un Leonardo Boff; descodificando alegorías bíblicas y poniendo a luz los símbolos míticos en la historia de la pasión, pero congratulado por la experiencia espiritual y mística del apostol Mateo, Grün escribe: “Con este texto apocalíptico, Mateo retoma el motivo muy extendido en la antigüedad de que tras la muerte de personas famosas se producían fenómenos extraordinarios que ponían de relieve la importancia de esas personas. También Mateo describe la importancia de la muerte de Jesús con estos acontecimientos. Por Ël se ha roto el poder de la muerte. La muerte de Jesús tiene también repercusiones cósmicas. Se produce un terremoto y las rocas se parten. En la muerte de Jesús se derrama su amor hasta lo más profundo del cosmos. No existe nada que no haya sido tocado por el amor de Cristo. La muerte de Jesús conmociona al mundo. Es el “acontecimiento que cambia los mundos, que da otro rumbo”. Todos los que contemplan este acontecimiento son envueltos en el poder de la vida y arrancados del dominio de la muerte”.
Pareciera que finalmente son los pobleros guarani, quienes con la práctica socializada de la imaginería religiosa han sabido sacudirse más de la nostalgia que los otros cristianos. El reconocimiento de la vida se gesta con la expansión de la creación colectiva. Cultura es vida, y en su consagración vivenciada, inquebrantable y apasionada; obligatoriamente, la muerte se aleja. ¿Acaso no es verdad, entonces, que el culto cristiano popular, ayudó a poblar al Paraguay de alegrías piadosas?
1 comentario:
Guillermo, felicitaciones por tu artículo. Me transportó a mis vivencias de semana santa. Qué increíble nuestra cultura y qué pena cómo a veces nuestros rituales se vacían de ella. Interesante movimiento de volver siempre a nuestros orígnenes. Fuerza y adelante
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