JUVENTUD: DESAFÍOS PARA EL DESARROLLO
DE POLÍTICAS PÚBLICAS EN EL PARAGUAY (1)
Ser un joven paraguayo es: soñar con un buen trabajo; vivir en el país; creer en Dios, vivir on-line; querer viajar…Expresaba un joven con las manos en el bolsillo, echando una mirada a sus anchas y desgastadas botamangas. Y esas palabras, muy ciertas, ponían en claro su propia dimensión cultural. La juventud es diversidad, sus posturas, sus preocupaciones, tendencias, comportamientos –aunque a veces contradictorios-, se mueven en busca de felicidad, y hasta fustigados por generosos valores de solidaridad. Y muy a diferencia entre, ése ideal justo, y la sociedad que empuja hacia el individualismo, la competencia desleal y el consumismo los cuales generan movimientos de rebeldía y a la vez de insumisión, muy característicos de la juventud de éste siglo..
Algunos señalan que el período de la juventud va desde los 15 a los 29 años, para otros de 15 a 24, y la juventud comúnmente entendida como un “rito de pasaje” entre la infancia y la madurez, un período donde se intensifica un proceso de formación ética e intelectual, en que se completa el desenvolvimiento físico, en el cual se afirman una serie de cambios sicológicos y sociales llevando en cuenta también el ingreso al mundo adulto. El concepto de juventud se basa en una construcción socio-cultural-histórica, dependiendo fuertemente de una serie de condicionamientos, oportunidades, biografías que no podrían ser simplificadas con una mera delimitación definida. Pero, debemos entender que, la juventud corresponde a un período de acentuados cambios y definiciones, como un desafío permanente, sin subestimar sus propios derechos humanos específicos, así como su importancia como actrices, y actores sociales de hacer política. La juventud pasa pero también queda. En ello, la elaboración de políticas públicas para la juventud paraguaya debería orientarse en particular por una visión y accionar juvenil transversal, por vincularse e identificarse a otros grupos específicos de la población como: niños, mujeres, grupos étnicos, tercera edad y migrantes entre otros. En el Paraguay, el Estado y los poderes descentralizados siempre han puesto las espaldas a la juventud. La “adultocracia” persiste en las decisiones. Ni siquiera se lleva en cuenta el peso demográfico. Una gran mayoría poblacional es joven. Y urge el diseño de políticas ambiciosas que permitan: primero; que las nueva generaciones participen en un proceso de cambios; segundo que se elaboren programas que apunten a preparar a los jóvenes de la mejor manera posible para tal participación. Tercero; las acciones a emprender, deben colaborar para que todas las políticas públicas comprendan una perspectiva generacional-juvenil. Y la preocupación permanente a ser incorporada en definitiva en la agenda política nacional.
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