29 sept 2006

PRESENTACION DEL LIBRO TOMARAHO TOMO II


“Me siento a la vez tan fuerte, tan lleno de ideas,

y tan débil, tan colgado de un hilo sobre el abismo negro!

¡Sé que mi pluma es un mundo, sí,

y que mi mano apenas puede sostenerla!”

Rafael Barret

“La literatura está hecha para que la protesta humana

sobreviva al naufragio de los destinos individuales.”

Jean Paul Sartre

¿Cuál es la herencia patrimonial de los relatos míticos? ¿Que significado tiene el estudio y colecta de un corpus mítico? ¿Qué consideraciones encierran la pertinencia de la recuperación de la memoria a través de la identificación y valoración del conjunto de pensamientos míticos? ¿Qué relevancia y facilidad adquieren la adopción de la escritura, de la tecnología y de la etnografía como palancas al emprendimiento de salvaguarda y fortalecimiento del patrimonio cultural inmaterial? En la presente publicación; el avance de la investigación y su puesta en forma, generó esta serie de interrogantes, las que a nuestro parecer constituyen una guía introductoria a una mejor comprensión de los etno-textos. El estudio de campo realizado con los Tomárâho ayudó a confirmar las teorías etnológicas –en éste caso, aquellos conocimientos desarrollados en al área sudamericana- donde los relatos míticos son la vigorosa reseña en la comprensión, en la toma de conciencia, producción, recomposición colectiva sobre la interpretación de los orígenes, y la remisión de principios y valores. Los relatos míticos dilucidan los secretos del mundo visible dejando comparecer, al mismo tiempo, las posibilidades del mundo invisible. Es, a su vez, motivo de divertimento –dependiendo en gran medida de la capacidad actoral del relator en relación con el público participante-. El relato mítico gratifica la transmisión de sabidurías, su enunciación ejerce también el rol de difusión de técnicas y su permanencia. La declinación del mito es alta literatura, donde el pasado esplendoroso se nomina en el presente bajo figuras, imágenes, personajes, símbolos, sucesos; gracias a la escenificación corporal del relator o relatora; y gracias a la práctica socializada de la oralidad que la lengua delega. El “poeta-oral” utiliza el recurso mitológico para desempeñar el acto de “componer” al mismo tiempo que el de “interpretar”. La exposición del relato mítico en sus diferentes y variados temas, depende de dos aspectos estratégicos a saber: la situación en que el relato se desarrolla –espacio-tiempo- (ritos de pasaje, divertimento, delegación oral de la cosmovisión, desdoblamiento ritual), lo cual confiere al relator, en otra instancia, legitimar su fidelidad oral hacia una distinción social. En su segundo aspecto; el relato invoca a un protagonismo real en la escenificación de las prácticas sociales. Será por ello que Durkheim dice que la eminencia más elevada de la actividad intelectual es esencialmente social. El antropólogo inglés Jack Goody; escribe: “El mito es ante todo un hecho social, un enunciado cultural, es la llave de un código, una ventana abierta sobre la estructura, en tanto que se constituye en un producto del espíritu humano, donde el proceso de su creación pasa a segundo plano” [1].

La recuperación de la memoria cultural –en tiempos de peligrosa estandardización simbólica- es una tarea imprescindible que realizar. La producción del conocimiento debe invertir todo esfuerzo en la identificación de los riesgos de unificación perniciosa y de desvalorización; allí donde las urgencias son perentorias (áreas geográficas, monitoreo sobre modelos y procedimientos de exterminio y debilitamiento cultural). Por el otro, la disciplina etnográfica, con más de un siglo de experimentación (considerando el surgimiento disciplinario antropológico, con la designación del objeto y el sujeto como investigación científica), deberá superar limitaciones y aprietos. En ello; la efectividad de toda rehabilitación y reposición de la literatura oral en su conjunto –entendiéndose como actividad de realce riguroso y planificado bajo el impulso socializado de éxitos esperanzadores-; tendrá que conceder la participación colectiva en todos sus procesos y etapas. En definitiva, el emprendimiento de actividades endógenas se traduce en una vasta empresa colectiva capaz de interactuar programas verdaderamente renovadores de todas las mutaciones que apelan la creatividad de los individuos y de las sociedades. La participación plena y libre garantiza la creación, ayudando a percibir entre todas las actividades de las personas, la que mejor expresa una cultura y asegura su perennidad. Cada persona, conocedora de su patrimonio, depositaria de una herencia cultural específica, -aunque en proceso incesante de cambios y enriquecimientos- debe ser el punto de nominación en el accionar, en la medida de establecer fuertes complicidades y compromisos en la definición de los objetivos, las vías y los medios (ciencias-artes, participación comunitaria). Convendrá ante todo estimular el conocimiento autóctono donde se elaboran las percepciones, y las actitudes que son el fundamento del reconocimiento pleno y recíproco de la equitativa dignidad de los pueblos, las mujeres y los hombres. El disfrute de los valores y bienes culturales depende de la capacidad de involucrar, de informarse, de conocer, de formarse, y comprender libremente. El talento humano ha demostrado su inventiva creando diversos procedimientos y sistemas de protección, de revalorización y exhibición que contribuyen al buen mantenimiento de obras culturales. G. H. Rivière, museógrafo competente, definía al museo como: ”una institución al servicio de la sociedad, que adquiere, conserva, comunica y presenta con el fin de acrecentar el conocimiento, la salvaguarda y el desarrollo del patrimonio, de educación y cultura, de bienes representativos de la naturaleza y el hombre” ¿Qué alternativa innovadora nunca antes explorada podrían ser llevadas a cabo en sociedades frágiles dónde el fortalecimiento del patrimonio oral necesita una vigorosa proyección?

Desde luego, y a manera de ejemplo; el concepto de Museo debe ser revisado, en su fondo y forma; para dar lugar al hecho de que toda comunidad cultural, en su acepción más amplia posible, tenga que erigirse en Museos del Gesto y la Palabra, y ceder el lugar, en una justa asignación para revalorar la memoria patrimonial. El gesto humano vinculado al quehacer en modos de subsistencia, el gesto en las relaciones sociales productivas no contradictorias; los gestos en las interacciones ritualizadas entre personas son siempre explicadas, pensadas, y evidenciadas por el arte de la palabra. Lo que se pone de manifiesto es la elaboración de un Museo insospechado. La mutación debe estar vinculado a objetivos claros, conexos e integrados en una lucha contra la destrucción humana, cultural y natural, partiendo del reconocimiento de la riqueza inmaterial comunitaria. (Lo que tuvimos, lo que tenemos, lo que perdimos). La herencia patrimonial; aquello que la comunidad cultural acoge históricamente es consecuencia de la aplicación del chihôkôrahâ ylúe (exploración del quehacer cultural). El relato sueño ñornîe uryk anticipa la competencia imaginaria y el óptimo desempeño de la creación colectiva. La resistencia fundamenta el arrebato conciente de la colectividad. La resistencia se convierte en el instrumento primordial del fortalecimiento de la identidad (lo que define al ser).

La innovación de conjeturas en ese “Museo Insospechado”, busca propender nuevos mecanismos en el saber sobre el: identificar, conocer, inventariar, registrar, catalogar y difundir el patrimonio inmaterial. Los elementos de apoyo en éste caso son: gesto y palabra, elementos basados en toda actividad humana de los pueblos, materializados en conocimientos, sabidurías y técnicas propagadas en el tiempo y en el espacio cultural-comunitario. De por sí, una comunidad cultural se organiza como un “depósito complejo” de situaciones y experiencias humanas a través de la historia. Una comunidad cultural es un “Museo”. En otro orden de aplicación la literatura latinoamericana, y principalmente en las obras de Macedonio Fernandez[2], o de Ricardo Piglia, estos escritores plantean la novela, “el relato escrito,” como un “Museo”. En esa inversión, aunque no como paradigma, la literatura oral hace parte de ése “Museo”. La literatura oral es “Museo”por considerarse una constelación de situaciones con la diseminación de la palabra. Los relatos míticos que en su desarrollo narrativo caracterizan a una especie vegetal, o a una especie animal; apuntalan una justificación en la multiplicidad de hechos, clasificaciones, usos y representaciones sociales, las que se manifiestan, se nominan, se explican por intermedio de la palabra: relatos-sueños, relatos originarios, enseñanzas, historias de vida. Así mismo las acciones que las personas emprenden en la vida cotidiana (“tradicional o moderna”), se transfiguran en gestos, y los gestos en acciones. Las expresiones gestuales humanas conforman historias del comportamiento cultural de una sociedad dada, vinculadas éstas a un entorno bio-geográfico propio. Los gestos se organizan en una proliferación de significados, en símbolos que le dan sentido a la identidad, al patrimonio, a la relación entre individuos. A manera de ejemplo; las técnicas de caza o captura de animales en las sociedades aborígenes se exhiben por intermedio de un sinnúmero de gestos.Todo emprendimiento de gestos son generados para consagrar la celebración de un ritual propiciatorio. O gestos delimitados que llegan a concluir en estrategias de caza. Juegos coordinados de gestos en la captura del animal, transporte de la presa y distribución de la carne en el seno de una familia extensa. No debemos perder de vista que la evolución de operaciones gestuales se ven condicionadas por las mutaciones, principalmente a través de la adopción de nuevas utilerías y herramientas. Los Tomárâho, según algunos informantes, adoptaron el hacha de hierro alrededor de 1950, -utilizada al principio para la colecta de miel y el palmito de karanda’y-, la cual fue desplazando al hacha lítica tradicional (hacha prehistórica). La adopción del hacha europeo apeló a desarrollar nuevas gestualidades que fueron introducidas y difundidas principalmente por los varones. El gesto vinculado a la utilería establece el funcionamiento social, relega el mandato en la asignación de la división sexual de funciones. Los gestos se convierten en categorías históricas. Los gestos desaparecen y son remplazados con la adopción de nuevas herramientas, de nuevos objetos, o nuevas motricidades admitidas en la domesticación del espacio por el cuerpo. En cada caso, la gestualidad y motricidad autóctona del cuerpo son también explicadas en los relatos míticos. A partir de esta aproximación que se propone; el patrimonio del gesto y la palabra, como fenómenos interaccionados, admiten comprometer la imaginación hacia la búsqueda de innovadoras metodologías etnográficas que permitan la identificación, colecta y registros necesarios en la rehabilitación y salvaguarda del patrimonio cultural.

Las lenguas minoritarias deben ser atendidas, pues la supervivencia de las mismas, son indispensables en toda expansión pública que consienta la elaboración de literaturas orales. El principio de distribución equitativa de la riqueza lingüística pasa por la cristalización consciente de las sociedades frágiles ante la asimetría entre “lenguas oficiales” y “lenguas despreciadas” por el poder. El prestigioso sociólogo francés Pierre Bourdieu, puntualiza al respecto, la importancia de generar una “creación continua” de manera a convalidar su valor. En una de sus reflexiones sobre la lucha por el reconocimiento de la autoridad lingüística expresa: “La lengua legítima no conforma en si misma el poder de asegurar su propia perpetuación en el tiempo que ella disponga el poder en definir su extensión en el espacio. Sólo ésta suerte de creación continua que se opera en las luchas incesantes entre las diferentes autoridades que se sitúan comprometidas en el seno del campo de producción especializada, en la competencia por el monopolio de la imposición del modo de expresión legítima, puede asegurar la permanencia de la lengua legítima y de su valor, es decir; de su reconocimiento que le está acordada” [3]

El restablecimiento de la autoridad y permanencia de la lengua de los Tomárâho tiene que ver, con la puesta en valor por los miembros de esa misma sociedad en la recuperación lingüística autóctona (yxyro houlo). La legitimización de la lengua legítima se realiza en la producción y reproducción cultural in-situ del pensamiento cultural. Las ciencias etnográficas apoyadas por procedimientos de colecta e identificación participativas, sostenidas por instrumentos tecnológicos comunicativos y por diversos soportes contribuyen en la puesta en forma para su difusión nacional ulterior. Esa fue la tarea llevada a cabo y cuyos resultados se muestran en éste trabajo. En eso, la gestión de una transcripción ortográfica de la lengua nativa coordinada por el investigador, favoreció en demostrar la validez de la escritura como oportunidad de posibles en dignificar el pensamiento autóctono. La escritura de la lengua se presenta como dispositivo libidinal de la literatura oral. La adopción de una “razón escrita” en la toma icónica del poder que concluye en un nuevo rol indígena del “scriba aborigen” o “scriba ancestral” quien depone en aterrizar la “pluma” en un espacio blanco-abierto, y echa a andar el ejercicio innovador de la narrativa en punto-línea como descripción de la estratificación de los sentidos, y en la articulación de la palabra al imago como representación, confiere un sentido mayor en el acto de resistir al exterminio. J. Goody al proponer una reflexión crítica al respecto, considera que escribir no se trata sólo de una labor de registro de la palabra, sino también de desarrollar la capacidad de recortar y abstraer los elementos, de clasificar las palabras en listas y operar la combinación. El antropólogo J. Goody va más lejos al expresar, que para conocer el pensamiento “salvaje” los etnólogos deben comenzar por “domesticar” a través de la apropiación de la escritura, es decir; la domesticación de la “razón gráfica”. “Cuando la escritura aparece, ella se transforma en muchos casos como técnica divinatoria la más apreciada, porque la escritura hace posible una nueva práctica del “secreto”.[4]

Las colectas del corpus mítico realizadas con calificados informantes Tomárâho; y la transferencia escrita de la lengua nativa fue una experiencia valiosa en enseñanzas. Los tutores: Daniel Echýrbyche Volút Aquino y Rodolfo Ñuhwÿt Fretes contribuyeron a festonear la diseminación de la palabra aborigen en el papel. La selección de los títulos y contenido de los relatos míticos fueron transcriptos a partir del archivo personal y colectas llevadas a cabo por el investigador en trabajos de campo para la presente publicación.

Acaso habría necesidad de señalar que ésta obra es también evocación y homenaje a un gran colaborador y amigo de muchos años de labor etnográfica: Máhâra Dohorâta Wylky, sabio chamán estelar, con quién hemos emprendido la utilización del dibujo como procedimiento de exploración etnológica de la memoria. El dibujo, para desplegar en tinta china ese mundo-otro. Máhâra, nos contaba que fue un tío suyo quien habiendo desarrollado su propio talento en dibujar sobre la arena, o sobre la corteza de los árboles, pudo aprender él también, dando curso libre en recrear imágenes de su propio mundo. Parte de la Colección,“Cosmografía Chamacoco”, dibujadas por éste chamán estelar son publicadas aquí, y cuyas reseñas explicativas se insertan en el libro, con el propósito de dar a conocer ese gran talento aborigen, –como un hecho concreto en un decisivo accionar proyectivo de la resistencia anticipada- : acto creativo, e irrebatible capacidad compartida por un grupo de hombres y mujeres quienes optan por inventar un mundo, una cultura, una lengua, una sabiduría milenaria basada en las múltiples estrategias de descubrimientos y administración de recursos, para lograr, al fin de cuentas: proyección y permanencia cultural ante una nación.

Máhâra Dohôrata Wylky fue un “poeta-chamán de guerras”.Gran conocedor de su etno-poïesis. Personaje silencioso cuya sola presencia inspiraba a todos sabiduría humana. Su refinada competencia sobre el conjunto y complejidad del mundo mítico ancestral, hacían de él una gran persona, como pocos en éste mundo. El dominio de su arte oral-poético-mítico y la significación cosmovisional a través del dibujo se acerca mucho a otro gran creador-chamán de la cultura occidental, quien en vida fuera Henri Michaux. Al retomar H. Michaux sus viejos sueños creativos de 1927, y con el deseo de crear un “otro” alfabeto, el gran creador francés, interpreta al exorcismo como una reacción forzada, verdadero poema del prisionero. H. Michaux decía: “el exorcismo, que es una reacción muy fuerte, en ataque de ariete, es el verdadero poema”.Por eso podemos hasta intuir el sentido de inquietud que expresaban sus dibujos enigmáticos atrapados a su escritura. Él mismo escribió lo siguiente: “Al fin y al cabo, pareciera que uno puede volver a hallar en los dibujos, hasta en los más calmos, en los más ideográficos; aquellos gestos del rechazo y del ataque mágico, y si no se trata de las llamas del fuego, al menos es el ser momentáneamente galvanizado para mantener en derrota a las potencias aledañas del mundo hostil”[5]

En mayo del 2005 Máhâra Dohôrata Wylky, arrastrando su alma en pena y ya derrotado por la vida; extenuado por la congoja y el pesar, se deja morir. Declaración de guerra. Su determinación fue para todos dolorosa. Los Tomàrâho, nada pudieron hacer por contrariar tan compungida decisión. Por eso, al concluir, solo nos queda rememorar aquel longevo relato mítico donde expresa la más alta pertinencia oral de una sociedad como la de los Tomárâho; y cuyo sentido urge de manera incesante y permanente, a convenir la restitución de valores, principios, actitudes y predestinación que deben asumir las personas, ante las vicisitudes que depara el desalmado bestiario rutinario.

“Abatido.

Desolación, de nuevo.

A mis pies la tierra.

¿Qué hago yo, todavía sobre la tierra?”[6]



1 .Jack Goody (1977). La raison graphique. La doméstication de la pensée sauvage. Les editions de Minuit. Paris. (France). Avant-propos, J. Bazn et A. Bensa. p.68 (traducción en francés G. Sequera).

[2] M. Fernandez, Museo de la novela de lo Eterno. R. Piglia, La ciudad ausente.

3 Pierre Bourdieu (2001). Langage et pouvoir symbolique. Editions Fayard. Points. p. 88-89. Traducción en español G. Sequera.

[4] Goody, ed., op. cit., p. 78

[5] Henri Michaux “Exorcismes”, Aux dépens de Robert J. Godet, 1943. (Traducción en español de Magali Sequera).

[6] Jean-Pierre Martin, (2003) Henri Michaux. Biographies nrf Gallimard p. 46

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